Braid
I am thinking it's a sign,that the freckles in our eyes
are mirror images......
Primer Mundo
En un café de una luminosa plaza la mayoría de los clientes se relajan y disfrutan del calor del sol y de sus bebidas frías. Pero no Tim: él apenas nota el sol, no saborea su café. Para él, este rincón le ofrece una buena vista de la ciudad, y en el movimiento de la gente al pasar, en el arco de la mano de una dependienta que muestra el té a un caballero interesado, Tim espera encontrar pistas.
Esa noche, en el cine, aventureros de ficción cruzan la pantalla de formas poco creíbles. El público es variado. Algunos son clientes habituales del café, ahora sentados con emoción en los asientos de felpa, en busca de un nuevo sabor que les distraiga del aburrimiento de sus fáciles vidas. En otros asientos, pescadores y granjeros esperan olvidar sus duros trabajos y descansar sus manos.
Tim también está aquí, pero examina el brillo de los labios que hay en la pantalla, mide el ángulo de la columna de humo de un accidente de helicóptero lejano. Cree que ha descubierto un mensaje; cuando el cine cierra, la mayoría del público cruza la plaza y camina hacia el sur, pero Tim se dirige al norte.
La gente como Tim parece vivir de forma contraria a los demás habitantes de la ciudad. Flujo y reflujo, uno contra el otro.
Lo que Tim quiere, por encima de todo, es encontrar a la Princesa, conocerla por fin. Esto sería trascendental para él, con el brillo de una luz intensa que envuelve al mundo, una luz que revela los secretos largo tiempo ocultos a nuestros ojos, que ilumina -¡o materializa!- un último palacio donde podemos vivir en paz.
¿Pero cómo podrían percibirlo los demás habitantes de la ciudad, en un mundo que va contracorriente? La luz sería intensa y cálida al principio, pero, después, un parpadeo y la nada, llevándose consigo el castillo; sería como reducir a cenizas el lugar que siempre hemos llamado hogar, donde jugábamos inocentes en nuestra infancia. La destrucción de toda esperanza de seguridad, para siempre.
Segundo Mundo: Tiempo y Perdón
Tim ha emprendido una búsqueda para rescatar a la princesa. Ha sido secuestrada por un monstruo horrible y malvado.
Sucedió porque Tim cometió un error.
No sólo uno. Cometió muchos errores mientras estuvieron juntos, hace muchos años. Los recuerdos de su relación han devenido confusos, han cambiado por completo salvo uno: la Princesa alejándose de él y su trenza azotándole con desprecio.
Él sabe que ella intentó ser comprensiva. ¿Pero quién puede ignorar una mentira culpable, una puñalada trapera? Ese error cambiará la relación sin remedio, incluso si hemos aprendido de los errores y no los volvemos a repetir. Los ojos de la Princesa se estrecharon. Se volvió más distante.
Nuestro mundo, con sus reglas de causalidad, nos ha enseñado a no ser generosos: si perdonamos con facilidad, podemos acabar malheridos. Si hemos aprendido de un error, y gracias a eso somos mejores compañeros, ¿no deberían recompensarnos por lo aprendido, en lugar de castigarnos por nuestro error?
¿Y si nuestro mundo funcionara de otra manera? Supón que pudiéramos decirle: "No sentía lo que acabo de decir", y ella diría: "No importa, lo comprendo", y no se alejara, y la vida continuara su curso como si nunca hubiéramos dicho esas cosas. Podríamos eliminar el daño y, aún así, aprender del error.
Tim y la princesa descansan en el jardín del castillo, se ríen, ponen nombres a los pájaros de vivos colores. Se ocultan los errores el uno al otro, los guardan entre los pliegues del tiempo, a salvo.
Tercer mundo: Tiempo y misterio
Hace muchos años Tim dejó atrás a la Princesa. La besó en el cuello, recogió su bolsa de viaje y salió caminando por la puerta. En cierto modo se arrepiente de eso. Ahora ha emprendido un viaje para encontrarla, y mostrarle lo triste que fue, pero también lo bueno que fue.
Durante mucho tiempo su relación había sido feliz. Él había sido sobre protector, repelía sus errores antes de que tocasen a la Princesa. Asimismo, controlando estrictamente sus errores, ella siempre le complacía.
Pero estar completamente protegido en la comodidad de un amigo es un modo de existencia con graves implicaciones. Para complacerte perfectamente, ella debe comprenderte perfectamente. Así, tú no puedes desafiar sus expectativas ni huir de ella. Su bondad te ha rodeado, y los logros de tu vida no irán más allá del mapa que ella ha dibujado.
Tim necesitaba que no pudieran manipularle. Necesitaba una esperanza de trascendencia. A veces, necesitaba ser inmune al contacto cariñoso de la Princesa.
En la distancia, Tim veía un castillo donde las banderas ondeaban incluso sin viento y el pan de la cocina siempre estaba caliente. Algo de magia.
Cuarto mundo: Tiempo y lugar
En una visita a casa de sus padres, para una comida festiva, Tim se sintió como si hubiese regresado aquellos años pasados en los que vivía bajo su techo, oprimido por su insistencia en conservar extraños valores que para él carecían de significado. En aquellos tiempos las discusiones estallaban sobre las gotas de salsa derramadas en el mantel.
Para escapar, Tim paseó en el aire frío hacia la universidad a la que fue tras dejar la casa de sus padres. Mientras se alejaba de esa casa problemática, sintió cómo la vergüenza de la infancia se difuminaba en el pasado. Pero ahora se adentraba en todas las inseguridades que había sentido en la universidad, el pánico de caminar en la cuerda floja de la sociedad.
Tim solamente se sintió aliviado cuando terminó la visita, de vuelta a su hogar en el presente, e inmerso en el contraste: veía cuánto había mejorado desde aquellos días.
Esta mejora le acerca cada día más a la Princesa. Si existe -¡tiene que existir!- les transformará a él y a todo el mundo.
En su viaje sintió que cada lugar agita una emoción, y cada emoción trae un recuerdo: un momento y un lugar, ¿Por qué no podía encontrar a la Princesa, esa misma noche, simplemente vagando de lugar en lugar y atendiendo a sus sentimientos? Un reguero de sentimientos, de profunda emoción e inspiración, debía conducirle a ese castillo, en el futuro: rodeado por sus brazos, el olor de su perfume le llena de excitación, crea un momento tan intenso que puede recordarlo en el pasado.
Inmediatamente Tim salió por la puerta, a la mañana siguiente, hacia aquello que el nuevo día le tuviera reservado. Sentía algo parecido al optimismo.
Quinto mundo: Tiempo y decisión
Ella nunca comprendió los impulsos por los que se movía, nunca percibió bien la intensidad que, con el tiempo, trazó surcos en su rostro. Nunca estuvo tan unida a él; aunque él pensara que sí y le susurrara al oído palabras que únicamente un alma gemela debería escuchar.
Al final de la cena ambos sabían que había llegado el momento. Él habría dicho: "Tengo que encontrar a la Princesa", pero no fue necesario. Con un beso final, la bolsa de viaje colgando de su hombro, salió por la puerta.
En todas las noches que siguieron, ella no dejó de amarle, como si se hubiera quedado para reconfortarla y protegerla, ¡maldita Princesa!
Sexto mundo: Duda
Quizá en un mundo perfecto el anillo sería un símbolo de felicidad. Es un signo de devoción eterna: incluso si nunca encuentra a la Princesa, lo seguirá intentando para siempre. Seguirá llevando el anillo.
Pero el anillo revela su presencia. Su brillo es para los demás como una señal de advertencia. La gente duda al acercarse. Sospecha, desconfianza. Cualquier contacto humano se arruina antes de que Tim pueda abrir la boca.
Con el tiempo aprende a ser cauto al relacionarse con los demás. Se acomoda a su ritmo indeciso, atraviesa sus defensas de manera sutil. Pero esto le agota y solamente funciona hasta cierto punto. No le da lo que necesita.
Tim comienza a ocultar el anillo en su bolsillo. Pero a duras penas puede soportarlo: esa parte de sí, oculta por largo tiempo, puede asfixiarle.
Epílogo
1
El chico llamó a la chica para que le siguiese, y tomó su mano. Él la protegería, saldrían de este castillo opresor y combatirían a los malvados enemigos hechos de humo y duda, escapando a una vida de libertad y unión.
El chico quería proteger a la chica. Tomó su mano, o colocó su brazo alrededor de sus hombros mientras paseaban, para que sintiese su apoyo y su cercanía entre el gentío impersonal de Manhattan. Giraron y caminaron hacia la estación de metro de Canal St., mientras escogía una ruta entre los empujones de la multitud.
Su brazo era un gran peso sobre sus hombros, una opresión en su cuello. "Me agobias con tu ridícula necesidad", dijo ella. O dijo: "Vas en la dirección equivocada y me arrastrarás contigo". En otro tiempo, en otro lugar, dijo: "Deja de tirarrme del brazo, ¡me haces daño!"
2
Utilizó su regla y su compás. Infirió. Dedujo. Analizó la caída de una manzana, el giro de las esferas metálicas colgadas de un hilo. Buscaba a la Princesa y no se detendría hasta encontrarla, porque estaba hambriento. Diseccionó ratas para examinar sus cerebros, implantó barras de tungsteno en los cráneos de monos muertos de sed.
Como una aparición, se plantó frente a él y lo miró a los ojos. "Estoy aquí", dijo. Estoy aquí. Quiero tocarte. ¡Mírame!, le suplicó. Pero no importaba: él no la veía. Él sólo sabía mirar la superficie de las cosas.
3
Analizó la caída de una manzana, el giro de las esferas metálicas colgadas de un hilo. Gracias a estas pistas encontraría a la Princesa, vería su cara. Tras una noche de jugueteo ardiente, él se arrodilló tras un búnker en el desierto; tomó un trozo de cristal de soldador ante sus ojos y esperó.
En ese momento la eternidad se suspendió. El tiempo se detuvo. El espacio se redujo a un ínfimo punto. Era como si la Tierra se abriera y los cielos se desgarraran. Se sintió como si estuviese asistiendo al nacimiento del mundo.1
Alguien cerca de él dijo: "Funcionó".
Alguien más exclamó: "Ahora todos somos unos hijos de perra".
Permaneció de pie, alta y majestuosa. Irradiaba furia. Gritó "¿Quién me ha molestado?" Pero cuando la ira desapareció vino la tristeza; soltó el aliento lentamente, cual suspiro, como cenizas flotando delicadamente en el viento.
Su razón no llegaba a entender por qué él había decidido coquetear así con la muerte del mundo.
4
La tienda de caramelos. Todo lo que quería estaba al otro lado del cristal. La tienda estaba decorada con vivos colores, y los olores que emanaba le volvían loco. Intentó alcanzar la puerta, o acercarse al cristal, pero no pudo. Ella se lo impedía con gran fuerza. ¿Por qué lo haría? ¿Cómo lograría liberarse de su abrazo? Pensó en usar la violencia.
Habían estado allí antes, en sus paseos diarios. A ella no le importaban sus gritos ni sus chillidos, ni que tirase con fuerza de su trenza para hacerla parar. Él era demasiado pequeño para comprender.
Ella lo alzó en sus brazos y lo abrazó: "No, cariño", dijo. Estaba temblando. Siguió su mirada hacia los dulces regalos recostados sobre almohadas tras el cristal: la chocolatina y el monopolo magnético, el Los objetos proceden de la información y el
cálculo ético; y tantas otras cosas, muy en el interior. "Quizá cuando seas mayor, cariño", susurró. Luego, lo dejó en el suelo y se dirigieron a casa. "Quizá cuando seas mayor".
A partir de entonces, todos los días, igual que antes, lo llegaba de paseo frente a la tienda de caramelos.
5
No puede decir que lo haya comprendido todo. Probablemente, ahora está mas confuso que nunca. Pero todos esos momentos que ha contemplado... algo ha sucedido. Los momentos parecen cosas físicas en su mente, como piedras. Al arrodillarse, acercándose a la más cercana, pasando su mano por ella, descubre que es suave y está ligeramente fría.
Comprueba el peso de la piedra; ve que puede levantarla, y también las otras. Puede colocarlas juntas para crear unos cimientos, un dique, un castillo.
Para construir un castillo del tamaño adecuado necesitará muchas piedras. Pero con lo que tiene ya, parece un comienzo aceptable.
La verdad es que no tengo muchas ganas de escribir, esta historia esta sacada del juego Braid, grandioso, pudiendo retoceder en el pasado y encima en 2D.